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Ciudadela Rupac: donde el cielo se enciende


El llamado "Machu Picchu limeño" gana cada año mayor aceptación y admiración por quienes gustan de caminatas y campamentos, no solo por su ciudadela del reino de los Atavillos, sino también porque ofrece uno de los mejores atardeceres que el viajero podrá ver en su vida y colchones de nube.

Para llegar se debe tomar, al promediar las 07:00 horas, un bus a Huaral en los paraderos de Acho o del terminal Plaza Norte, el costo de viaje es ocho soles y el tiempo promedio dos horas. Otra opción son los autos colectivos que salen del Metro del cruce de la Panamericana y la avenida Carlos Izaguirre (en el distrito de Independencia), estos demoran la mitad del tiempo por un costo de entre 12 y 15 soles.

Una vez en Huaral el traslado es en mototaxi hasta el terminal de carros que van a la sierra, donde el viajero escuchará el nombre de muchos pueblos, por lo que debe estar atento cuando se diga La Florida, es ahí donde debe negociar que lo lleven hasta Pampas y que lo recojan al día siguiente en el mismo lugar. El costo es ciertamente elevado (120-150 soles) por lo que se recomienda ir en grupo de un mínimo de cinco personas  para apaciguar el gasto.

Tras asegurar un auto lo recomendable es desayunar en los restaurantes de los alrededores y surtirse de provisiones, para luego iniciar el viaje. En la plaza de La Florida se hará un alto para pagar cinco soles por el derecho de ingreso a la ciudadela. Una segunda parada será Pampas, un pueblo abandonado (de la cual se han tejido muchas historias de fantasmas) desde donde se da inicio al ascenso.

La ruta no tiene señalizaciones pero perderse es casi imposible, simplemente se debe seguir el sendero hasta una caída de agua, cruzar un pequeño puente de madera y luego empezar el camino ascendente  con paradas cada 30 ó 40 minutos (una de ellas para alimentarse). Cuando Pampas se vea ya muy pequeño el viajero deberá buscar una pared de rocas frente a una curva para, con mucha agudeza, divisar la figura de Santa Rosa de Lima grabada en esta formación rocosa.


El tiempo de ascenso, por la mediana exigencia, debe ser en promedio tres horas, pudiendo ser menos pero también más, todo dependerá del ritmo de la caminata. Cuando ya se está llegando al 80% del camino se tendrá frente a los ojos algunas casas de lo que pudo haber sido un mirador o zona de vigilancia. En este lugar se girará a la izquierda y unos pasos más adelante se verá un letrero que indica el punto donde un aventurero dio su último aliento, por lo que una pausa para una oración será la mejor muestra de respeto.

Posteriormente, tras quince o veinte minutos, se tendrá frente a los ojos la ciudadela de Rúpac, imponente y detenida en el tiempo. Lo recomendable es ubicarse al lado derecho en la zona de campamento y preparar las carpas, para luego apreciar el atardecer. Sin duda alguna, un verdadero espectáculo de cielo encendido que da paso a una oscuridad intensa.

Por la noche las plantas secas que hay en los alrededores ayudan a dar vida a una auxiliadora fogata. Una cena ligera, cánticos e historias serán el preámbulo de una noche de sueño bajo las estrellas. Hacer el pago a la tierra es una opción, pero depende de cada grupo de viaje. 

Al día siguiente un recorrido por toda la ciudadela (que tiene como atractivo principal su plaza) y las fotos de rigor terminarán por compensar el esfuerzo del día anterior. Si la visita se da entre los meses de enero a abril, además se podrá apreciar de los llamados colchones de nubes. 

El descenso no debe pasar la hora y media hasta Pampas (donde esperará la movilidad con la que se ha coordinado en la víspera), desde donde se retornará a la agobiante vida urbana hasta un nuevo escape a la sierra de Huaral, donde los destinos recomendados son Cotomarca (la ciudad perdida de Los Atavillos) y los baños termales de Collpa. 

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