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Parque de la Exposición: el de los dos nombres


Tener un parque frente a casa es un privilegio que cada día se aprecia más a medida que el concreto continúa invadiendo vertiginosamente las aún existentes áreas libres de la ciudad. Pero tener uno en pleno corazón de Lima, rodeado de todo tipo de elemento contaminante, para que sirva de respiro a los castigados transeúntes, es más que una imperiosa necesidad que – felizmente – es satisfecha.

En la década de los 90 se le conoció como Parque de Lima, hasta que volvió a su nombre original, Parque de la Exposición, causando en ocasiones diversas confusiones a quienes buscan llegar a él. Lo cierto es que este lugar además de ser un lugar de visita se ha convertido en paso obligado de quienes cruzan la ciudad, por ser un respiro, una pausa, un escape.

Tres son las entradas y/o salidas, dos por la avenida 28 de Julio y una que da cara a Paseo Colón, muchos los caminos internos, al igual que los paisajes fijos y eventuales que se pueden apreciar en tan solo un pequeño paseo. La puerta más pequeña (por 28 de Julio) da paso a una feria artesanal y de comidas típicas del país que, luego de un pequeño pasaje, permite al visitante llegar a cortos jardines.

Al frente una quieta laguna divide el camino en dos, uno hacia más áreas verdes y otro hacia una gran estructura donde se ofrecen conciertos cada fin de semana sin tener distinción de género musical. Al lado de esta, en una llamativa Cabaña se ofrecen clases de teatro y otras expresiones artísticas.

Dejando atrás esta área se aprecia el parque en todo su esplendor: lagunas, una pileta, réplicas de edificaciones antiguas, estatuas y amor, mucho amor esparcido en diversas bancas que son tomadas por parejas de todas las edades, desde colegiales efusivos hasta quienes solo necesitan tomarse de la mano para expresar el cariño.

La última parte del recorrido termina con el que también puede ser el punto de inicio: El Museo de Arte de Lima (MALI). El cual es tan importante que tiene su ruta propia. 

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